Yago Santos: «No quería dedicarme a los negocios» (Las Provincias)

Licenciado en Empresariales en la Universidad de Deusto, con un master en Habilidades Directivas. Le sientan divinamente las americanas y los zapatos de corte italiano. Yago Santos (Bilbao, 1985) tiene buena planta, facilidad de palabra y una cabeza bien amueblada. No le habría costado hacerse de oro en el mundo de las finanzas para luego invertir sus ganancias en una ONG de ayuda al refugiado. Es un emprendedor nato al que le gusta tender puentes y quemar las naves. Un tipo generoso y arriesgado. De los que convencen sin palabras. Lo dejó todo por la guitarra flamenca porque se lo pedía el corazón. Y punto. «La vida comienza cuando sales de tu zona de confort. Hay que plantearse retos y conquistar otros territorios», resume el joven bilbaíno, poco antes de marcharse a Panamá para dar unos recitales y grabar un disco de boleros. 

¿Se matriculó en Empresariales porque le obligó la familia? 

No, no, ¡en absoluto! Fue una decisión personal. Yo era de letras y pensé que una carrera de Ciencias Sociales me ayudaría a crecer como persona. De hecho, todo lo relacionado con el marketing, la gestión y el liderazgo me ha servido mucho para moverme por el mundo. 

¿Cuándo se le cruzó la guitarra en el camino? 

Tendría unos diecisiete años... Había empezado a estudiar música muy pequeño, tocaba el piano y hacía mis pinitos como compositor. Todo muy tradicional, en la línea de lo que estudiaba en el conservatorio. Y me dio por la guitarra. 

Qué peligro. 

Sí, sí, era una etapa de autodescubrimiento. Hacía mucha música en la calle y bolos dentro y fuera del País Vasco. Formaba parte de un trío de chelo, flauta y guitarra...; pero también tenía una vertiente gamberra. ¡La libertad ante todo! 

De ortodoxo, nada de nada. 

Era (y sigo siendo) muy ecléctico. Me gustaban Itoiz, Ozkorri, Michael Jackson, los Beatles, Mozart, Beethoven, Liszt... Para mí, la música es buena o mala. No tengo prejuicios. En mi último año de Empresariales, que estudié en la Universidad de Tilburg (Holanda), me reafirmé en esa postura. Lo mismo hacía jazz que acompañaba a grupos de danza contemporánea... Y lo mejor de todo: me pagaba el alquiler con el dinero que ganaba. 

¿Y el pellizco del flamenco? 

Me llegó con toda naturalidad, mientras exploraba las posibilidades del instrumento. Ahora es una faceta más de mi trabajo. De hecho, he tenido oportunidad de compartir cartel con José Mercé, Carmen Linares, José el de la Tomasa, La Macanita... y, por supuesto, el gran Rafael Riqueni. 

Por cierto, se ha dado el gusto de interpretar el 'Concierto de Aranjuez' en Hong Kong. 

Sí, una experiencia increíble. Toqué con la City Chamber Orchestra de Hong Kong y pude interpretar mi propia música. ¡Tengo varias piezas! Me llena mucho la creación. Ya me conocen en Austria, Corea del Sur, Marruecos, Suecia.. 

¿Algún disco a la vista? 

Me encantaría. Acabo de organizar una orquesta aprovechando la gente que he conocido tras haber estudiado un master de jazz en Boston, en el Berklee College of Music. Éramos 20 estudiantes y la experiencia ha sido fantástica. He trabajado con músicos de Jordania, China, Sudáfrica... Ya tenemos una maqueta con nueve temas. Mezclo flamenco, jazz y clásica. A ver si le podemos dar salida... 

¿De qué siente más orgulloso? 

De unos conciertos que di en barrios deprimidos de la República Dominicana. La música tiene un poder transformador increíble. Hace más feliz a la gente, incluso en circunstancias muy, muy duras.

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